Dieste egresó de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República en 1943.[1]
La obra de Dieste toma el ladrillo y lo lleva a su máxima liviandad en la creación de superficies curvas a partir de una nueva tecnología que el denominó cerámica armada; construcciones abovedadas realizadas con ladrillo, armadura de acero y un mínimo de hormigón.
Este sistema constructivo consigue diseñar finas láminas a partir de la combinación de ladrillo, hierro y mortero, las que se construyen sobre un encofrado móvil. La base de estas superficies es el diseño; se trata de estructuras capaces de resistir las solicitaciones que se ejercen sobre ellas gracias a su forma y no a su masa, lo que conlleva un requerimiento menor de materiales.
Este tipo de construcciones tuvo mucha aceptación porque permiten mayor liviandad, prefabricación y sistematización en la repetición de sus componentes, con costos competitivos para el mercado. Su obra es objeto de estudio en distintas universidades y lo llevó a recibir el título de arquitecto honorario, siendo el único en poseerlo en Uruguay.[2]
El 27 de julio de 2021, la "Obra del ingeniero Eladio Dieste: iglesia de Atlántida" fue consagrada como patrimonio de la humanidad por la 44.ª sesión del Comité del Patrimonio de la Humanidad.
El señor de los ladrillos
En el año 2006, los días 7 y 8 de octubre se celebró en Uruguay el Día del Patrimonio bajo el lema «Tradición e Innovación» Eladio Dieste: el señor de los ladrillos.[7] Durante los días previos la prensa realizó una cobertura especial sobre la vida de Dieste, y sus obras, distribuidas a lo largo y ancho del país, fueron visitadas durante todo el fin de semana. Dicha celebración contribuyó muy eficazmente a la valoración y difusión de la obra de Dieste en Uruguay.
Escritos sobre arquitectura
En 2004 la editorial Princeton Architural Press publicó el primer estudio monográfico de su obra escrito en inglés. La publicación repasa la trayectoria de Dieste a través de escritos realizados por Stanford Anderson, Edward Allen y John Ochsendorf, entre otros.[8]
“La forma es un lenguaje, y ese lenguaje debe sernos inteligible; estamos ansiosos de inteligibilidad y, por lo tanto, de expresión. Parte del desasosiego moderno se debe a la ausencia de expresividad legítima, a que nos rodean cosas que ostentan un hermetismo que es la negación de lo que supondría la fraternidad que damos por supuesta y que naturalmente debería leerse en la obra del hombre en el espacio.”